martes, abril 29, 2014

Una sombra

En los días más tristes parece haber una pared tan rotunda como las decisiones definitivas: no existe otra perspectiva que la de lo imposible. Da la impresión de que en el camino hubo un rumbo ahora interrumpido, un cuerpo roto o una marioneta sin hilos. Pero todo lo que no funciona debe componerse –desechar algo es una decisión radical. Los deseos son casi nada por irreales, pero se parece a nosotros y nos acompañan, acaso nos despiertan una esperanza; los deseos son una ilusión. Pero ¿qué hacer cuando parecen acabarse los deseos? Una sombra es una ilusión: es la proyección en negativo de un cuerpo sobre un plano; también es casi nada: no existe sin luz y es más pasajera que los deseos. La sombra es el rostro oscuro de los cuerpos –por eso ahora vivo como una sombra, niego la máscara que da una falsa impresión de mi ser.


Dicho de otro modo, en una canción de El Haragán:

Soy una sombra
que vaga por las calles lluviosas
sin un sentido en la vida
con aspecto cadavérico…

sábado, abril 26, 2014

Yo vemos esto


“I took this picture of myself looking at the mirror. It was very hard as my hands were trembling.” Anastasia Nkolaevna, 1914

"La Foto-retrato es una empalizada de fuerzas. Cuatro imaginarios se cruzan, se afrontan, se deforman. Ante el objetivo soy a la vez: aquel que creo ser, aquel que quisiera que crean, aquel que el fotógrafo cree que soy y aquel de quien se sirve para exhibir su arte."
-Roland Barthes, La cámara lúcida

Yo. El rostro que veas se compondrá de varios momentos. Es el que elegí entra varias tomas, después de decidirme por esta prenda y el cabello así y luego así; acerqué el mentón a la clavícula, ensayé una sonrisa y levanté los ojos a la cámara que contiene mi teléfono y que sostengo con el brazo extendido. Es un poco absurdo hacerle gestos al reverso del teléfono, pero busco lo que se registra del otro lado. Lo que ves es la toma que más me gustó, después de numerosos intentos y varios minutos frente al espejo. La gama de conductas es amplia, desde la seducción más o menos descarada al más fino desdén. Ya lo ves, la imagen es mía pero ya no me pertenezco. Si resulta convincente, su eficacia se medirá en likes (pulgar arriba, corazoncito).
Yo. No se trata de ver a cientos de personas, sino de observar la misma cantidad de cuadros diminutos: mi tarjeta de presentación es mi sonrisa, son mis ojos, es mi pareja, es el lugar donde estuve. Todos esos rostros fueron alguna vez compañeros míos en la primaria secundaria preparatoria o universidad, del trabajo, amigos de la infancia o conocidos en fiestas; es terrible imaginar un larguísimo pase de lista de mi pasado. Casi todos eligieron una forma semejante para ser vistos o recordados. Selfie es mejor palabra que autorretrato porque ésta es estruendosa y larga, en cambio, la otra es tersa y breve, más adecuada para la época en que vivimos. La palabra designa lo que las imágenes evidencian, se elige el rostro para representar y eso involucra gestos y actitudes, ángulos, filtros; otra explicación: la selfie es un testimonio que contiene al tiempo, donde se guardan los cambios y donde se expresa la constante novedad. También es la prueba del concepto que cada quien tiene de sí mismo. Y así las explicaciones abundan.

miércoles, abril 23, 2014

Ilusión nacional o la premura por contar una historia




El principal inconveniente que encuentro en Ilusión nacional (Dir. Olallo Rubio, 2014) se encuentra en la forma tan lineal para relatar su historia. El tema de este documental es la selección mexicana de futbol y su participación en los principales torneos, concretamente en los campeonatos mundiales entre 1930 y 2010, pero también hay alusiones  los juegos olímpicos y los campeonatos juveniles en los que México fue campeón (Londres 2012, Perú 2005 y México 2011 respectivamente). Debido a que la elección del director fue contar el desarrollo de la selección y del papel –generalmente penoso– que desempeñó en cada mundial desde el principio hasta el más reciente, este documental se vuelve predecible, incluso tedioso por momentos; por otra parte, puede encontrarse implícita una herencia ‘positivista’ en la forma de concebir esta historia: la conclusión en términos deportivos es que el equipo nacional mexicano ha conseguido un progreso en la última década.

La investigación y la elección de todos los documentos audiovisuales es espectacular; como obra, Ilusión nacional es emocionante porque combina elementos de gran tensión (observar el futbol en cámara lenta refleja su intensidad) con el usual humor de Olallo Rubio. La crítica a este film no debería partir de lo que no existe en él: en varias reseñas se le reprocha al director por haber desaprovechado la oportunidad para expresar una denuncia al poder de los medios de comunicación y las empresas que utilizan a la selección mexicana para sus propios beneficios y de paso se sirven de este equipo para crear distracción o enajenación entre los mexicanos –máxime si se toma en cuenta la irreverencia de O. Rubio. Nuevamente, la estructura lineal no da espacio para abordar los aspectos políticos y económicos que también serían interesantes de ser abordados por otra investigación. Sin embargo, Ilusión nacional evidencia premura y también oportunismo en el resultado final; por tratarse de los mundiales de futbol, probablemente este documental perderá vigencia y se olvidará hasta que la selección mexicana vuelva a conseguir un resultado importante. En sí mismo, el argumento es bastante débil: no se entiende el objetivo de revisar el efecto (la des-ilusión) que los resultados de la selección nacional han tenido para el pueblo mexicano cuando éstos han sido, y previsiblemente seguirán siendo, decepcionantes.

viernes, abril 04, 2014

Nación TV o la emergencia de contar la historia

Fotografía: Francisco Mata Rosas

Hoy los ideólogos gobiernan los mass media y Emilio Azcárraga es el máximo responsable de la inteligencia nacional, tómenlo o déjenlo. La frase parece excesiva, pero responde a una terrible realidad.
Carlos Monsiváis, “Cultura nacional y cultura colonial en la literatura mexicana”
Siempre!, 4 de diciembre de 1968




En una entrevista con Carmen Aristegui, Fabrizio Mejía Madrid, autor del libro Nación TV. La novela de Televisa, explicó que el principal motivo para la redacción de esta novela se encontraba en la vigencia del movimiento #Yosoy132, que como se sabe ocurrió en los meses previos a la elección presidencial de 2012. Es decir, esta obra partió del principal postulado de dicho movimiento: la necesidad de transparencia. De este modo, tratar de contar ‘la historia de Televisa’ serviría para demostrar las distintas formas de su relación con el poder político y económico en México, así como relatar otros aspectos más ocultos (pero no desconocidos) de algunos empleados de la empresa. El texto de Mejía Madrid se sustenta en una investigación principalmente hemerográfica, pero no constituye un libro de historia –porque aquí las críticas son denuncias y se privilegia la narración sobre el análisis– y como novela carece de una estructura consistente; acaso el problema del género sea prescindible (puede decirse que es un reportaje ficcionalizado o un best-seller en sentido contrario) cuando se nota la habilidad del narrador, hay varias historias tratadas con ironía e intriga admirables.
El tema principal del libro es el poder, es muy sencillo notar la fascinación y el interés que genera en el autor. El protagonista es real y es simbólico: Emilio Azcárraga –un nombre, tres personas (el abuelo, el padre y el hijo) que a su vez representan sus respectivos momentos en la historia contemporánea de México. Para el autor es interesante ver en los Azcárraga el ejercicio del poder no sólo sobre su empresa y empleados, sino también sobre los presidentes de la república o sobre la impartición de justicia. El complejo carácter de la empresa es descrito con amplitud en esta novela: monopolio televisivo desde 1972 controla, o por lo menos ejerce una enorme influencia en varios aspectos de la vida en México: la fe religiosa en la figura de la virgen de Guadalupe es tratada como un espectáculo musical, la información y los noticieros pueden ser en realidad otra oficina del gobierno (Jacobo Zabludovsky y 24 horas), los estudios de televisión son sitios propicios para las adicciones y el narcotráfico (Paco Stanley, ‘El Pirulí’ y la ‘Pájara Peggy’), las ilusiones y aspiraciones de algunas mujeres jóvenes se convierten en un mecanismo que involucra lo peor de la condición humana (Raúl Velasco, Gloria Trevi, Lucero), el humor es un instrumento del conservadurismo y la censura (Chespirito), el deporte como vergonzosa demostración de la corrupción (la selección mexicana de futbol, el estadio Azteca y Pedro Ramírez Vázquez), la filantropía es una máscara detrás de la que se esconden intereses económicos y un falso mesianismo (Teletón), el desarrollo de un político del partido hegemónico que fuera apoyado en su carrera como candidato presidencial y que ganara las más recientes elecciones, además de los diversos acuerdos para frenar lo que se opusiera a sus intereses corporativos. En suma, en poco más de doscientas páginas, este libro expone la trágica paradoja que envuelve a la empresa privada más importante de este país: su falta de visión es muestra del rezago general de México.