viernes, abril 04, 2014

Nación TV o la emergencia de contar la historia

Fotografía: Francisco Mata Rosas

Hoy los ideólogos gobiernan los mass media y Emilio Azcárraga es el máximo responsable de la inteligencia nacional, tómenlo o déjenlo. La frase parece excesiva, pero responde a una terrible realidad.
Carlos Monsiváis, “Cultura nacional y cultura colonial en la literatura mexicana”
Siempre!, 4 de diciembre de 1968




En una entrevista con Carmen Aristegui, Fabrizio Mejía Madrid, autor del libro Nación TV. La novela de Televisa, explicó que el principal motivo para la redacción de esta novela se encontraba en la vigencia del movimiento #Yosoy132, que como se sabe ocurrió en los meses previos a la elección presidencial de 2012. Es decir, esta obra partió del principal postulado de dicho movimiento: la necesidad de transparencia. De este modo, tratar de contar ‘la historia de Televisa’ serviría para demostrar las distintas formas de su relación con el poder político y económico en México, así como relatar otros aspectos más ocultos (pero no desconocidos) de algunos empleados de la empresa. El texto de Mejía Madrid se sustenta en una investigación principalmente hemerográfica, pero no constituye un libro de historia –porque aquí las críticas son denuncias y se privilegia la narración sobre el análisis– y como novela carece de una estructura consistente; acaso el problema del género sea prescindible (puede decirse que es un reportaje ficcionalizado o un best-seller en sentido contrario) cuando se nota la habilidad del narrador, hay varias historias tratadas con ironía e intriga admirables.
El tema principal del libro es el poder, es muy sencillo notar la fascinación y el interés que genera en el autor. El protagonista es real y es simbólico: Emilio Azcárraga –un nombre, tres personas (el abuelo, el padre y el hijo) que a su vez representan sus respectivos momentos en la historia contemporánea de México. Para el autor es interesante ver en los Azcárraga el ejercicio del poder no sólo sobre su empresa y empleados, sino también sobre los presidentes de la república o sobre la impartición de justicia. El complejo carácter de la empresa es descrito con amplitud en esta novela: monopolio televisivo desde 1972 controla, o por lo menos ejerce una enorme influencia en varios aspectos de la vida en México: la fe religiosa en la figura de la virgen de Guadalupe es tratada como un espectáculo musical, la información y los noticieros pueden ser en realidad otra oficina del gobierno (Jacobo Zabludovsky y 24 horas), los estudios de televisión son sitios propicios para las adicciones y el narcotráfico (Paco Stanley, ‘El Pirulí’ y la ‘Pájara Peggy’), las ilusiones y aspiraciones de algunas mujeres jóvenes se convierten en un mecanismo que involucra lo peor de la condición humana (Raúl Velasco, Gloria Trevi, Lucero), el humor es un instrumento del conservadurismo y la censura (Chespirito), el deporte como vergonzosa demostración de la corrupción (la selección mexicana de futbol, el estadio Azteca y Pedro Ramírez Vázquez), la filantropía es una máscara detrás de la que se esconden intereses económicos y un falso mesianismo (Teletón), el desarrollo de un político del partido hegemónico que fuera apoyado en su carrera como candidato presidencial y que ganara las más recientes elecciones, además de los diversos acuerdos para frenar lo que se opusiera a sus intereses corporativos. En suma, en poco más de doscientas páginas, este libro expone la trágica paradoja que envuelve a la empresa privada más importante de este país: su falta de visión es muestra del rezago general de México. 

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