miércoles, junio 11, 2014

Nivel mundial (III de XI)

Paolo Maldini, defensivo del equipo nacional de Italia en cuatro copas mundiales, entre 1990 y 2002.


Demasiada atención para un evento de poca importancia. Para mí, observar la televisión es un acto de soledad como cualquier otro de los que realizo; por tanto, ver que las televisoras mexicanas usan bailes, sonrisas y colores vivos para promover sus tradiciones me causa bastante pena ajena, tedio o en el mejor de los casos, indiferencia. Pienso que el mundial de futbol es importante sólo en función de que es un torneo de un mes donde disputan buenos equipos y se encuentran partidos de futbol excepcional, pero eso no me da motivos para gritar o saltar –de hecho es el único acontecimiento futbolístico que me interesa. Puesto fríamente, el mundial es representativo de un régimen donde a veces lo que menos importa es lo deportivo. En fin, la vida no se detiene ni se consume con el mundial, en mi caso forma parte de la atractiva programación deportiva del verano: las finales de la nba, el Tour de France, la liga mayor de béisbol, el torneo de tenis de Wimbledon, además de las actividades personales y ‘académicas’.

Expectativas. Pasaron cuarenta años entre el primer mundial y la posesión definitiva del antiguo trofeo que obtuvo Brasil después de ganar tres veces el campeonato (1930-1970). Han pasado los mismos cuarenta años entre la renovación de la copa mundial y el presente: Brasil está obligado a ganar todos sus juegos, no puede esperarse menos de ese equipo. En cambio, del equipo mexicano tiene muy pocas esperanzas para sobresalir. Su nivel ha sido muy deficiente: parece que no los jugadores no saben a qué juegan. Desde la eliminatoria ha sido evidente que para ellos anotar es muy complicado debido a su desorganización. En el fondo, puedo percibir que el campeonato mundial de futbol se trata de mirar a muchos jugadores de distintos equipos nacionales, para disfrutar de sus distintos sistemas de juego y sus esfuerzos por avanzar; por esto, siempre será  interesante observar los partidos de Alemania, España, Italia, Holanda y Argentina, así como descubrir otros equipos sorprendentes: Corea siempre ha sido muy competitivo, Chile y Colombia prometen tener buenas actuaciones y los equipos africanos suelen ser entretenidos. Ojalá que los sistemas de juego sean dinámicos y ofensivos, no conformistas; ojalá que haya muchos goles.
Este mundial, a pesar de todo lo idiota, como cientos de extras en las dos televisoras con caras pintadas de negro y afros falsos bailando samba, me tiene muy emocionado: será el primero que disfrutaré con mi padre en Alta Definición y con un sonido bien pedero.| No me gustan, en absoluto, las metáforas religiosas aplicadas al futbol, pero aduzco una razón terrenal para defenderlo: promueve la convivencia. Aun en los rincones más pobres y alejados del país, domingo a domingo se practica el futbol "llanero" en el que veintidós protagonistas, orgullosos de sus colores, retozan tras la pelota levantando efímeras esculturas de polvo... En México, particularmente en los tiros "penales", esa consumación ocurre poco. No es un pánico escénico: es un pavor de meter el gol. ¿Terror edípico? ¿Miedo de matar al padre? ¿Reminiscencia atávica del juego de pelota prehispánico, metáfora de una batalla cósmica donde el equipo vencedor era sacrificado? Y sin embargo... creo que el futbol es un paréntesis de convivencia. Devuelve, fugazmente, la necesaria dimensión lúdica a la vida.
Hablaron Warpig y Enrique Krauze.

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