Paolo Maldini, defensivo del equipo nacional de Italia en cuatro copas mundiales, entre 1990 y 2002. |
Demasiada atención
para un evento de poca importancia. Para mí, observar la televisión es
un acto de soledad como cualquier otro de los que realizo; por tanto, ver que
las televisoras mexicanas usan bailes, sonrisas y colores vivos para promover
sus tradiciones me causa bastante pena ajena, tedio o en el mejor de los casos,
indiferencia. Pienso que el mundial de futbol es importante sólo en función de
que es un torneo de un mes donde disputan buenos equipos y se encuentran
partidos de futbol excepcional, pero eso no me da motivos para gritar o saltar –de
hecho es el único acontecimiento futbolístico que me interesa. Puesto fríamente,
el mundial es representativo de un régimen donde a veces lo que menos importa
es lo deportivo. En fin, la vida no se detiene ni se consume con el mundial, en
mi caso forma parte de la atractiva programación deportiva del verano: las
finales de la nba, el Tour de
France, la liga mayor de béisbol, el torneo de tenis de Wimbledon, además de
las actividades personales y ‘académicas’.
Expectativas. Pasaron
cuarenta años entre el primer mundial y la posesión definitiva del antiguo trofeo que obtuvo Brasil después de ganar tres veces el campeonato (1930-1970).
Han pasado los mismos cuarenta años entre la renovación de la copa mundial y el
presente: Brasil está obligado a ganar todos sus juegos, no puede esperarse
menos de ese equipo. En cambio, del equipo mexicano tiene muy pocas esperanzas
para sobresalir. Su nivel ha sido muy deficiente: parece que no los jugadores
no saben a qué juegan. Desde la eliminatoria ha sido evidente que para ellos
anotar es muy complicado debido a su desorganización. En el fondo, puedo
percibir que el campeonato mundial de futbol se trata de mirar a muchos
jugadores de distintos equipos nacionales, para disfrutar de sus distintos
sistemas de juego y sus esfuerzos por avanzar; por esto, siempre será interesante observar los partidos de Alemania,
España, Italia, Holanda y Argentina, así como descubrir otros equipos
sorprendentes: Corea siempre ha sido muy competitivo, Chile y Colombia prometen
tener buenas actuaciones y los equipos africanos suelen ser entretenidos. Ojalá
que los sistemas de juego sean dinámicos y ofensivos, no conformistas; ojalá
que haya muchos goles.
Este mundial, a pesar de todo lo
idiota, como cientos de extras en las dos televisoras con caras pintadas de
negro y afros falsos bailando samba, me tiene muy emocionado: será el primero
que disfrutaré con mi padre en Alta Definición y con un sonido bien pedero.| No
me gustan, en absoluto, las metáforas religiosas aplicadas al futbol, pero
aduzco una razón terrenal para defenderlo: promueve la convivencia. Aun en los
rincones más pobres y alejados del país, domingo a domingo se practica el
futbol "llanero" en el que veintidós protagonistas, orgullosos de sus
colores, retozan tras la pelota levantando efímeras esculturas de polvo... En
México, particularmente en los tiros "penales", esa consumación ocurre
poco. No es un pánico escénico: es un pavor de meter el gol. ¿Terror edípico?
¿Miedo de matar al padre? ¿Reminiscencia atávica del juego de pelota
prehispánico, metáfora de una batalla cósmica donde el equipo vencedor era
sacrificado? Y sin embargo... creo que el futbol es un paréntesis de
convivencia. Devuelve, fugazmente, la necesaria dimensión lúdica a la vida.Hablaron Warpig y Enrique Krauze.
No hay comentarios:
Publicar un comentario