Actualmente resulta obvio hablar de internet. Gran parte de
lo que ahí se genera tiene gran importancia en nuestra vida cotidiana –aunque esto
obedece a un criterio generacional; se ha convertido en el principal medio para
adquirir información, si bien no es exactamente comunicación. Tantas veces se
ha dicho que el internet no es la realidad y a pesar de ello constituye un
lugar al que destinamos nuestro tiempo y nuestra atención a diario;
problematizar el concepto de mundo aquí sería muy interesante, pero desviaría
la atención del tema principal del texto. Sin embargo, es válido afirmar que el
internet constituye nuestro mundo en tanto que forma de lo que nos rodea, nos
es inmediato y de alguna forma nos relacionamos con ello. Ahí sucede buena
parte de la comunicación, es una fuente de información vastísima que cubre
desde música, cine, noticias, literatura hasta (por qué negarlo) la
pornografía.
No percibo al internet como un medio de comunicación, porque
me parece que el grado de interacción es relativo. Al final, los comentarios,
los mensajes, los correos y conversaciones a distancia son formas de
encontrarse consigo mismo. En cierto modo el internet es un gran espejo donde
los límites son los que fija cada quien, los que conoce cada quien; por eso, el
uso que se hace del internet debería estar guiado por la responsabilidad
personal. Aunque debemos estar conscientes de que el internet nos condena a una
obsolescencia más fuerte y cada expresión nuestra se vuelve muy pronto más
vieja y triste que un tomo de enciclopedia.
Recomiendo estas pláticas con un par de escritores
mexicanos, Juan Villoro y Frabrizio Mejía Madrid, acerca de temas afines.