lunes, diciembre 16, 2013

Paréntesis de política: Reforma energética



Las reacciones ante la aprobación de la reforma energética en la cámara de diputados el pasado jueves 12 de diciembre han sido múltiples, esto es comprensible dada la importancia de la ruptura que ella representa. Con esto sólo me propongo expresar mis observaciones, que naturalmente no carecen de errores, defectos u omisiones. En este momento me interesa analizar el tema desde el punto de vista político, concretamente abordar al partido que impulsó esta reforma. Tal es el Revolucionario Institucional que, a mi criterio, con esta reforma ha prescindido de su título de revolucionario, ha olvidado sus orígenes y negado su pasado. Sus miembros (no solamente el Presidente de la República, también algunos secretarios de Estado y sus legisladores) han desechado uno de sus mayores referentes históricos, el 18 de marzo de 1938, a cambio de una feroz ambición y beneficios económicos que sólo ellos gozarán. Es innegable que la administración de la industria energética no ha sido la mejor en sus manos, pero el argumento opuesto, el que los priístas han defendido durante el periodo de discusión de las reformas constitucionales, es menos benéfico para la industria en nuestro país.

No se trata de nacionalismo, eso puede quedar de lado cuando se descubre algo más preocupante. Además de lo que ya ha sido expuesto arriba, se ve detrás de todo un adelgazamiento del Estado mexicano, o dicho de otro modo, una ignorancia de las condiciones que han permitido su estado actual. La presente administración llegó al poder con la garantía de que se trataba de “un nuevo PRI”, pero ni siquiera eso justificaría que las funciones del Estado sean delegadas a empresas de capital privado. Independientemente del partido político al que cada quien apoye, los representantes de los poderes deberían defender la soberanía del país y la fortaleza de sus instituciones (la incesante violencia es un ejemplo de que esto no se lleva a cabo), aunque parece que los políticos lo entendieron al revés. Esta es la prueba de que la democracia en México no existe: el voto y las expectativas de los mexicanos no importan para los políticos cuando se privilegian sus propios intereses.





PS. Pregunta sin ánimo de ofensa: ¿Dónde están los Historiadores frente a los problemas sociales?

                                                 

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