Pienso en el sentido estético de las palabras, en la
responsabilidad que conlleva escribirlas y en la profundidad de su contenido. Las
palabras no son únicamente sonidos o unidades de significado, tienen otros componentes
que son menos evidentes: aparte de los elementos morfológicos y el carácter sintáctico
que poseen, las palabras escritas están hechas para ser vistas. Tenemos a la
tipografía que las reviste y les da una presentación digna; tenemos al soporte,
superficie que da sentido a los textos; finalmente, encontramos en un texto
terminado la voluntad implícita de su autor, el resultado de un proceso de
redacción –escritura, revisión, corrección– donde lo ideal es encontrar la palabra
adecuada, sencilla, austera.
Purificarse en la palabra. Se trata de un acto puramente ético,
una respuesta a la sordidez cotidiana, al mal gusto y a la precipitación con
que frecuentemente nos expresamos. Además, el uso del lenguaje mediante la
precisión y la sobriedad sirve como ejemplo para enfrentar de otro modo la
adversidad en que vivimos.
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