lunes, enero 26, 2015

Iguala, contar la historia (I de III)


Lo que ocurrió la noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero ha sido interpretado y explicado de diversas maneras; han expresado su versión los mismos actores, periodistas y otros analistas de la vida nacional. Las consecuencias de esos hechos también han alcanzado múltiples destinos: movilización social y expresiones artísticas, indignación y suspicacia. Reconozco que lo ocurrido en esa fecha es de suyo delicado, mi intención en esta serie de entradas es recuperar algunas de las explicaciones más relevantes que se han dado a aquella noche de la desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero más seis muertos, versiones que constituyen la definición de un hecho que sin duda marcará el porvenir de nuestro país; mi objetivo es analizar las distintas narraciones acerca de estos sucesos, y por qué los autores perfilan su trascendencia histórica –y cómo es que interpretan el mismo hecho para sus propios fines. Basaré dicho análisis mayormente en fuentes periodísticas, especialmente en artículos editoriales porque aquí se presenta una interpretación más evidente que en las notas. Espero que los textos sean útiles para la reflexión de quien los lee –las críticas y los comentarios son bienvenidos.
Descarto de entrada a ciertos autores por su obvia tendencia a dar explicaciones falsas o risibles: nombres como el de Ricardo Alemán, Pablo Hiriart, Carlos Marín, Ciro Gómez Leyva o Gil Gamés (Rafael Pérez Gay) sólo contribuyen a dar una lectura limitada de estos hechos. Sus columnas periodísticas sólo tienen intención de servir a groseros intereses políticos muy inmediatos, no sirven para explicar la coyuntura.

Una secuencia de acontecimientos no tanto inexplicables como inexplicados. Las reflexiones de Marcelino Perelló, representante estudiantil ante el CNH en el movimiento de 1968 y columnista en Excélsior además de ser titular del programa de Radio UNAM titulado Sentido contrario, parten de la duda; la primera pregunta que es necesario responder es ¿por qué? O sea, el motivo de lo que ocurrió el 26 de septiembre. En mi opinión, su versión resulta interesante pero es altamente especulativa, sin presentar pruebas para sus argumentos. Trataré de resumir los puntos fundamentales expresados por Perelló: las manifestaciones en favor de la presentación con vida de los normalistas de Ayotzinapa son en realidad parte de una serie de acontecimientos para desprestigiar la administración de Peña Nieto, como respuesta a las diversas reformas impulsadas desde el inicio de su gobierno –tal cadena iniciaría con el estreno de la película La dictadura perfecta y los lamentables sucesos de Tlatlaya y llegaría hasta el presente, con la publicación de reportajes en la prensa norteamericana que revelan la existencia de contratistas favorecidos por el mismo Peña en varios momentos de su etapa como gobernador y como presidente.
Según Perelló, quienes han motivado tal descrédito (más los señalamientos de corrupción, ingobernabilidad e infiltración del crimen organizado en las autoridades) serían poderosas expresas que no hayan obtenido beneficios tras las reformas de telecomunicaciones y energéticos. O bien, que las provocaciones hacia la UNAM, al ejército y las instituciones del Estado mexicano sean orquestadas desde dentro del mismo Estado y quienes promuevan esto buscan posicionarse dentro del gobierno próximamente –sería, en este caso y con sus mismas palabras, un afán “golpista”. El tema de Ayotzinapa sería, a decir de Perelló, el hecho más importante de ese proceso de reacciones ante las reformas aprobadas en los últimos dos años, pero también el más contradictorio en sus explicaciones.

viernes, enero 23, 2015

Cine para la época de las redes sociales


A diferencia de The social network (David Fincher, 2010) que me pareció una película aburrida pero narra el origen del poder y la conducta de Mark Zuckerberg –creador de Facebook–, me parece que Birdman or (The Unexpected Virtue of Ignorance) (Alejandro González Iñáriitu, 2014) enriquece formalmente y lleva a un nivel más complejo la relación entre la narrativa cinematográfica y el fenómeno actual de la interacción en redes sociales electrónicas, especialmente Twitter para este caso.
Pienso que el aspecto formal de Birdman es su rasgo definitivo, que la hará trascender en el futuro. Lo que encierra el nombre técnico de falso plano-secuencia puede explicarse de manera sencilla por el concepto de duración: la historia que se cuenta se desarrolla en cuatro o cinco días en la vida de los personajes, pero para nuestra mirada dura cerca de 120 minutos, aparentemente  sin cortes, todo en continuidad. Para mí, esto se asemeja a la experiencia de estar en Twitter porque ahí todos los contenidos se presentan ligados (notas periodísticas, citas, fotografías, diálogos o interacciones) y aunque cada uno de estos sea generado independientemente, de nuevo, nuestra mirada concatena esa dispersión para uniformarlos, además de que todo forma parte de un mismo sitio, ocurre dentro de la misma página. Aparte, no me parece sólo una consecuencia que tanto el título de la película como Twitter aludan a las aves.

(Vía)

Birdman es también una película sobre la actuación. El protagonista Riggan Thomson (interpretado por Michael Keaton), actor venido a menos, intenta presentar en Broadway su adaptación del cuento de Raymond Carver “De qué hablamos cuando hablamos de amor”, esto contribuye a dar profundidad a la película porque existe una enorme tensión entre los hechos de la “vida real” (el peso del pasado y la fama del protagonista), los ensayos y la puesta en escena ante un público de críticos y especialistas.

La reflexión, por supuesto, no se limita al ámbito cinematográfico o teatral; la voz de Birdman, el personaje emblemático detrás de Thomson, lo persuade de su importancia, de sus posibilidades y de su poder –es decir, la voz que sólo se escucha dentro de su conciencia es lo que determina al mismo tiempo sus preocupaciones y sus decisiones. Sintetizo ambos temas, las redes sociales y la actuación: tal vez Birdman se refiera a la voz que escuchamos en nuestro interior y que nos motive a actuar ante un público aparente o real (nuestros seguidores) donde representamos un papel y es necesario mostrar nuestras virtudes y mantener el interés o entretenimiento ante los demás; de ese modo, nuestras vidas se han convertido en un acto teatral.

martes, enero 20, 2015

Dónde aprendimos a leer


I wrote this book and learn to read. 
-William Faulkner, Introducción a The sound and the fury

Ricardo Piglia citó la frase de Faulkner para cerrar su libro de ensayos titulado Formas breves y parafraseó sus palabras para afirmar que escribir ficción le ayudó a leer mejor a sus maestros (los escritores argentinos Roberto Arlt, Macedonio Fernández y Jorge Luis Borges, principalmente). A su vez, Faulkner, en el texto citado, dijo que aprendió a leer y jamás tuvo necesidad de descubrir cosas nuevas, todo lo que había que aprender estaba en Flaubert, en Dostoievski y en James. No intento ponerme a la altura de dos escritores excelentes como Piglia y Faulkner, pero coincido  con ellos en que escribir permite valorar a un texto desde una perspectiva más completa –el objetivo, se entiende, es escribir con claridad, o mejor, con responsabilidad.
(Vía)
Como generación, acaso tengamos dos raíces en materia de lecturas: los libros de lectura de la SEP y las revistas musicales –supongo que no todos tuvimos la oportunidad de tener libros ni preocuparnos por los clásicos de la literatura universal en nuestra infancia. En primer lugar, la experiencia de los libros de lectura fue importante para haber visto, por primera vez al menos, nombres como Rulfo, Arreola, Cortázar, Ibargüengoitia o Gorostiza y relacionar al español con la belleza. En cambio, las revistas musicales no sólo representaban una relación más intensa porque nos hablaban de lo que nos entusiasmaba en el presente y adelantaban lo que podría interesarnos en el futuro, sino que además nos hablaban en un lenguaje algo más sofisticado que el nuestro, pero comprensible; en resumen, eran un lugar para consultar, aprender y portar con orgullo un signo de identidad. No deseo dar nombres de publicaciones o articulistas porque cada quien tendrá sus favoritos.

Pero me refiero a una época que terminó. El momento actual permite lo opuesto, pues ensayar la estética de nuestra lengua, recomendar opciones musicales (o de cine, literatura, arte, televisión, etc.) y publicarlo puede ser realizado por quienquiera, ahora las plataformas son numerosas. Aunque la atención se diluye (no se puede abarcar todo y no todos tenemos puntos de vista interesantes) el riesgo de escribir vale la pena, tan sólo para medir cuánto sabemos, de qué manera lo sabemos y cómo hacemos para expresarlo. También para conocer a quién le interesa nuestro mensaje –pueden ser varias personas, o nadie, o yo mismo en el futuro.