I wrote this book and learn
to read.
-William
Faulkner, Introducción a The sound and
the fury
Ricardo Piglia citó la frase de Faulkner para cerrar su
libro de ensayos titulado Formas breves
y parafraseó sus palabras para afirmar que escribir ficción le ayudó a leer
mejor a sus maestros (los escritores argentinos Roberto Arlt, Macedonio
Fernández y Jorge Luis Borges, principalmente). A su vez, Faulkner, en el texto
citado, dijo que aprendió a leer y jamás tuvo necesidad de descubrir cosas
nuevas, todo lo que había que aprender estaba en Flaubert, en Dostoievski y en
James. No intento ponerme a la altura de dos escritores excelentes como Piglia
y Faulkner, pero coincido con ellos en
que escribir permite valorar a un texto desde una perspectiva más completa –el objetivo,
se entiende, es escribir con claridad, o mejor, con responsabilidad.
(Vía) |
Como generación, acaso tengamos dos raíces en materia de
lecturas: los libros de lectura de la SEP y las revistas musicales –supongo que
no todos tuvimos la oportunidad de tener libros ni preocuparnos por los
clásicos de la literatura universal en nuestra infancia. En primer lugar, la
experiencia de los libros de lectura fue importante para haber visto, por
primera vez al menos, nombres como Rulfo, Arreola, Cortázar, Ibargüengoitia o
Gorostiza y relacionar al español con la belleza. En cambio, las revistas
musicales no sólo representaban una relación más intensa porque nos hablaban de
lo que nos entusiasmaba en el presente y adelantaban lo que podría interesarnos
en el futuro, sino que además nos hablaban en un lenguaje algo más sofisticado
que el nuestro, pero comprensible; en resumen, eran un lugar para consultar,
aprender y portar con orgullo un signo de identidad. No deseo dar nombres de
publicaciones o articulistas porque cada quien tendrá sus favoritos.
Pero me refiero a una época que terminó. El momento actual
permite lo opuesto, pues ensayar la estética de nuestra lengua, recomendar
opciones musicales (o de cine, literatura, arte, televisión, etc.) y publicarlo
puede ser realizado por quienquiera, ahora las plataformas son numerosas. Aunque
la atención se diluye (no se puede abarcar todo y no todos tenemos puntos de
vista interesantes) el riesgo de escribir vale la pena, tan sólo para medir
cuánto sabemos, de qué manera lo sabemos y cómo hacemos para expresarlo. También
para conocer a quién le interesa nuestro mensaje –pueden ser varias personas, o
nadie, o yo mismo en el futuro.
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