viernes, marzo 21, 2014

Cada vez que cierres tus ojos (II de IV)



Puedo saborear tu miedo. El escritor norteamericano John Kennedy Toole (1937-1969) escribió a la edad de 16 años la novela La biblia de neón. El protagonista de la narración es David, un jovencito que vive con su madre y su tía en un pueblo apartado en el sur de los Estados Unidos; la pobreza, el dolor que provoca la Segunda Guerra Mundial (su padre murió en combate), la mediocridad de la educación básica, el mañoso e interesado papel de la iglesia católica en las vidas de los habitantes, en fin, la desesperanza, marcan el tono trágico de esta magnífica novela inicial. En La biblia de neón se encuentran situaciones y temas que Arcade Fire exploraría en todo este tiempo: la tristeza de perder a los seres queridos, la denuncia a la hipocresía de la religión, la falta de expectativas por vivir en un lugar remoto, también el júbilo que provoca el baile; la angustia juvenil, la furia y la desesperación, el valor de la vida…

Entre el resplandor y el inicio del sueño. El rasgo esencial de este grupo se encuentra en la importancia del canto como expresión enérgica, como factor de comunidad en los concierto, como demostración de su habilidad para componer canciones memorables. La sencillez de las formas no mancilla la importancia: en unas pocas sílabas los músicos han establecido el mensaje, mediante su repetición constante establecen la conexión con el receptor –aquí radica su efectividad para conseguir éxitos y llegar a un público más numeroso. La característica formación también permite que los coros se vuelvan monumentales y que parezcan cantos religiosos o gritos de batalla. La lección es muy clara: la paradójica ambición en la popularidad de encontrar melodías fáciles de recordar no comprometen ni restan la calidad artística de sus canciones. Citaré algunos ejemplos muy conocidos: Wake up, Rebellion (Lies!), Keep the car running, No cars go, We used to wait, Sprawl II (Mountains beyond mountains), Afterlife y Here comes the night time.

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