Eduardo Salles, Sin esclarecer |
El dolor no tiene unidad de medida, a cada quien le afecta
de un modo individual la tragedia –pero la trascendencia del suceso es
ineludible para una sociedad.
Porque
esta misma sociedad fracturada, descompuesta, desigual, injusta, fue la que
generó ese amargo hecho.
Pero sobre
todo, después de la indignación y la reflexión, sigue la acción. Dialogar con
los que estén dispuestos a dialogar, proponer para mejorar y que esto nunca se
repita. Entonces el cambio operará efectivamente.
Podemos hablar de
una completa ausencia de civilidad; el hecho nos muestra el poco valor que
algunos conceden a la vida.
Habría
que preguntarnos por qué razón un hecho traumático como este no provocó una
reacción más contundente por parte de los mexicanos.
No se trata
de quiénes eran unos u otros, si eran delincuentes o infiltrados, si eran
traficantes o estudiantes, porque no se justifica la fuerza desmedida a la que
fueron sometidos, ni se justifican las muertes de esa noche.
Nada justifica tampoco la mentira en
una sociedad que se asume democrática y, por lo tanto, supone la madurez de sus
ciudadanos. Es necesario conocer la verdad sin encubrimientos, por más dura que
sea –es insoportable andar a tientas por este túnel.
La historia permite muchas versiones, admite
cuestionamientos y crítica. La historia generalmente es sobre los muertos,
pero es parte de la vida y con las vidas no se juega.
¿Por qué fue imperativo literalmente desaparecer a un
grupo de jóvenes?, ¿qué país se arrincona a sí mismo de tal forma que una vida,
una sola, se tenga que reducir a cenizas en su juventud para acallar nada? Y
ésa es la primera mitad de la historia, que además es apenas un ejemplo, un
síntoma, de una enfermedad que no sé nombrar.
A
los políticos no les importa nada de esto, no les importó en el primer minuto y
sigue sin importarles a esta hora; han sido indiferentes desde antes de que
ocurriera. La política no tiene valores en este país, está mal ejercida.
En cambio,
desprecio el uso político que ha tenido este caso tan delicado. Desafortunadamente
todo está penetrado por la política aquí (ni siquiera podemos ponernos de
acuerdo en cosas muy elementales) y las consecuencias de este hecho tienen usos
particulares…
El 26 de septiembre no debería ser un día de luto, sino un día de vergüenza.
El 26 de septiembre no debería ser un día de luto, sino un día de vergüenza.
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