Laurence Demaison, Méditation n°. 7 |
Como el efecto de un espejo imaginario vi mi reflejo en una
fotografía de esa persona que casi no sonreía, hablaba sin ánimos y no se
esforzaba por destacar –nosotros la conocíamos como 'la chica sin chiste'. Me pregunto
qué ha hecho todos los días desde que la vi por última vez y por lo menos
confirmo que si su vocación era ser olvidada o pasar desapercibida, la cumplió
con éxito. Asimismo, me pregunto por todas aquellas personas a quienes conocí y
afortunadamente hoy me han olvidado: soy su amigo y me identifico con ellos, de
ser posible yo tampoco recordaría quién soy. En un extraordinario cuento sobre
el insomnio titulado ‘Now I lay me’, Ernest Hemingway relata que su personaje
Nick Adams se entretiene rezando un Padre nuestro por cada persona que conoció
durante su vida, desde el primer recuerdo hasta el más reciente; me parece un
gran ejercicio pero estoy por lo opuesto: agradezco al olvido porque hundió
para siempre tardes de melancolía, personas sin nombre pero cuyo rostro
identifico, pequeños triunfos o errores, sucesos
malogrados o frustraciones. No debe
ser tan malo que la mayoría de las cosas que hacemos se disuelvan en la nada –quizá
algunos buscábamos eso .