lunes, febrero 16, 2015

Iguala, contar la historia (III y última)




Los números a la vez que rebasan el poder contenedor de las palabras de auxilio, asimismo, acuden para darnos la certeza de que el límite puede ser contado. El tema de Iguala ha generado tanta información, debates e interpretaciones que quien se proponga estudiarlo deberá delimitar sus investigaciones a aspectos determinados; la cobertura que se ha dado a los sucesos del 26 de septiembre y, sobre todo, a sus consecuencias, se ha extendido a todos los medios de comunicación (desde los impresos y electrónicos hasta las conversaciones cotidianas). La importancia del caso además se comprueba en la cantidad de interpretaciones que han expresado diversos actores sociales de este país, sólo mencionaré otras formas de entender lo que sucedió en Iguala que me parecen tan interesantes y propositivas como las abordadas anteriormente: los documentales de Vice news y Telesur representan una inmersión en el territorio de Guerrero y visiblemente defienden a los estudiantes de Ayotzinapa; las crónicas del escritor Tryno Maldonado registran las terribles condiciones de vida de los habitantes de ese estado; las columnas del periodista Raymundo Riva Palacio son una interesante ventana para entender la dimensión política del asunto; la interpretación del escritor Heriberto Yépez analiza el componente simbólico del grupo de los 43 desaparecidos. 

Boligán, Ofrenda nacional
Es necesario dotar de una dimensión histórica a Iguala y a la fecha del 26 de septiembre de 2014 para comprender el problema. Las perspectivas para analizar esto pueden ser tan variadas como se quiere, desde una económica o cultural (la variedad de las consecuencias puede tener un seguimiento que hasta el día de hoy no termina) hasta el problema social o ético (hasta dónde puede llegar un conflicto para que la vida de un otro –un semejante– termine minimizada a su condición más ínfima).
También es interesante notar las reacciones y los juicios que se han emitido para protestar por estos sucesos. Cada manifestación representa por sí misma un ámbito de interés: desde la consigna "Fue el Estado" y su polo opuesto equivalente "Todos somos Ayotzinapa", también el uso de la bandera de México intervenida con el color negro, hasta la exigencia por la renuncia del presidente. Existen  una enorme cantidad de fuentes para el estudio de tales manifestaciones, reacciones de la sociedad civil para expresar su preocupación por la manera en que se ejerce el poder en nuestro país. Sin embargo, es notable la lentitud del sistema político mexicano ante coyunturas tan importantes; si se sigue por la vía civil, las soluciones a los problemas como desapariciones, infiltración del crimen en las autoridades y la verdad sobre este caso, serán dilatadas –si es que llegan.
Asimismo, la trascendencia de Iguala puede entenderse por la probable identificación entre los jóvenes de Ayotzinapa y quienes han protestado desde el momento de su desaparición: esto es, la juventud como momento para experimentar la historia. Por eso, si contar la historia tiene alguna utilidad, desearía que fuera para conservar la memoria respetuosa de esos jóvenes que truncaron su futuro, que nunca se repita una tragedia como la de Iguala y para sanar todo el dolor que ésta ha causado.

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