sábado, mayo 31, 2014

La música permanente




Las reflexiones del presente texto fueron motivadas por mi lectura de la brillante crónica de Héctor de Mauleón sobre el origen de la radiodifusión en México, titulada “La hora de la radio” (se encuentra en el libro con el nietzcheano título de El derrumbe de los ídolos, editado por Cal y arena) y donde el contraste con la actualidad es muy evidente, porque en este momento escuchar música es tan cotidiano que obtenerla no representa ningún tipo de obstáculos. Internet ha propiciado esa facilidad al libre acceso de buena parte de las expresiones musicales: entre Spotify y Youtube materializan el sueño de adolescencias del pasado, es decir, disponer de una buena cantidad de canciones y álbumes sin invertir cantidades enormes de dinero, o también viajar musicalmente hacia el pasado o hacia otros sitios desde una aplicación; Spotify es especialmente interesante porque permite descubrir los múltiples órdenes musicales, los finos enlaces que relacionan a una canción con otra, la originalidad de cada usuario demostrada en sus playlists.

Todo progreso tiene consecuencias adversas. La multiplicación de opciones auditivas no cesa con el par de aplicaciones/sitios citados arriba; existe una incontable cantidad de podcasts, existen la radio por internet y los programas de radio grabados que se guardan en otras páginas, existen opciones como Soundcloud o Last.fm, así como los blogs especializados y otra enorme suma de material para descargar; quienquiera que posee un celular tiene acceso, por lo menos, a toda la gama de estaciones de radio de la ciudad, más una capacidad de memoria para guardar música u otros audios en formatos comprimidos. Frente al radio como un fenómeno social desde su origen hasta hace unos cuantos años, se tiene ahora la generalización de las individualidades. Tanta variedad y especialización a la postre no le importa a nadie, pues todo mundo parece ser un especialista en algo distinto. Esto repercute en la valoración de la música; ya no existen los clásicos porque todo es novedad por un instante, todo pasa rápidamente, la trascendencia no es efectiva sino virtual.

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