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Sepp Maier, portero de la República Federal Alemana en cuatro copas mundiales de 1966 a 1978. |
En mi memoria, allá al fondo está una tensa mañana en que el
delantero de Italia, Roberto Baggio, falla el tiro penal definitivo porque voló
el balón sobre la portería. Él se lleva las manos a la cintura, mientras el
portero de Brasil, Claudio Taffarel, festeja por haber conseguido el
campeonato. Para mí, así comienza la fascinación por el mundial de futbol: con
una escena muy compleja de frustración y de alegría. Ahora se dice que aquel
año de 1994 fue demasiado convulsionado en nuestro país; también en ese año,
México participó en el mundial y por primera vez fuera de nuestras fronteras
calificó a la segunda fase. Nada de esto me preocupaba, porque entonces tenía
tres años, me emocionaban más mis propias imaginaciones y juegos y que mis
hermanos iban a nacer.
Ahora pienso que el concepto de campeonato mundial de futbol
es muy anticuado. A pocos les interesa la nacionalidad, es muy extraño concebir
que alguien represente a su país. Once
individuos que portan una playera verde con un diseño terrible ¿Eso es México? Esos
jugadores juegan en la cancha por las empresas que los patrocinan, o por
ciertos intereses económicos derivados de una empresa de medios de comunicación, pero es difícil creerles que
juegan por un país que no se parece a esas empresas y a esos intereses. Sin embargo,
me interesa el mundial por esto: por pensar que cada equipo lleva a sus mejores
jugadores -no los que puede comprar,
sino los que nacieron en su territorio. Lo que sucede afuera (protestas,
represión, “maquillaje”, agitación social) son un asunto aparte.
México tiene dos gravísimos problemas para ser competitivo.
Uno, es un equipo confundido, siempre que te cambian de jefe cada dos meses o
cada mes. Y dos, es un equipo que tiene miedo, miedo a defraudar las
expectativas porque tiene encima del hombro una demanda social terrible y eso,
lo normal, es que te haga un lío en el sistema nervioso y así se hace muy
difícil jugar de una manera fluida. Hablamos de un futbol en donde las cosas se
deciden por centímetros o por décimas de segundo, y si el sistema nervioso no
está templado, pues al final todos juegan peor de lo que son, ¿no? | El futbol es un espejo muy extremado de nuestras sociedades y
por lo tanto tiene que ver con las partes buenas de la conducta humana y
de la comunidad; la solidaridad, la recuperación de la infancia, el
pensar que el adversario tiene méritos, el reconocer los triunfos, el
pensar que el empate a cero fue un gran partido, etcétera. | El mundo
está mirando. Juega limpio, Brasil.
Hablaron Jorge Valdano, Juan Villoro y Amnistía Internacional.
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