Franklin Booth, 1906 |
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En ocasiones me parece que el exceso de información es tal que parece inverosímil. Si aparto las tragedias o los hechos que en verdad lastiman a las personas, descubro que recientemente hemos visto numerosos sucesos que en el fondo podrían tener una naturaleza seria o delicada y, no obstante, por mirarlas de un modo superficial, fragmentado, solamente vemos sus componentes chuscos. Estoy seguro de que, si ennumeramos los acontecimientos más trascendentes mes por mes durante los últimos tres o cuatro años (por decir lo menos), se encontrarán memes o imágenes que los representan y refieren en una reducción simpática aunque inmediata. El problema es que si a un lado de la noticia tenemos el meme, vemos una interpretación simplificada e incluso evasiva del hecho.
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Pienso que a los verdaderamente poderosos la información ni siquiera les preocupa. Todas las polémicas y denuncias de las redes sociales electrónicas deben ser invisibles para ellos -tan imperceptibles serían las conversaciones en persona, además de toda suerte de diálogos en contra de ellos adentro de las casas o de los salones de clases. Sobra decir que las burlas gráficas (caricaturas, memes) o verbales (chistes) sólo alcanzan a personajes menores en rango, de quienes nos mofamos a diario y en ocasiones nos indignamos por su conducta. Pero nada más allá.
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